domingo, 8 de agosto de 2010

Guajira

Hoy es la fiesta de Santo Domingo de Guzmán, razón por la cual mi padre y mi hijo mayor festejan, cada cual en su sitio y en su orden, el día de su onomástico.

Por otra parte, el asunto es que un par de días atrás, porque sí nomás y en investigando entre otras músicas, me puse a oír flamenco, que siempre es un placer para mí. Entre las variedades de esos cantes figura la Guajira. Es una modalidad hispanocubana que, dicen los que saben, puede que tenga unos 150 años, aunque hay quien dice que esas notas fueron y volvieron durante siglos cruzando la mar hasta ser lo que resultan hoy. El ritmo tiene nítidos aires antillanos y las letras típicas se refieren habitualmente a asuntos amorosos en los que hay comprendidos hombres de España y mujeres de Cuba. Guajiro, dice el mataburros, es palabra del arahuaco antillano que quiere decir hombre poderoso o señor y es el nombre con el que se designa a los campesinos blancos en Cuba y por extensión, también a composiciones musicales de esos lares.

Encontré unas decenas de ejemplos que fui oyendo de a poco, y no tengo intención de aburrir al lector gentil con ellos. Pero había algunos que llamaban la atención. Concretamente, tres de ellos traigo ahora, dos de los que me parece definen esta especie y el restante viene a cuento por otras suertes.

Las letras de estas composiciones pueden variar aunque hay una letra típica, como digo, que es la que aquí trae un clásico de estos cantes como es Juanito Valderrama.



A la vuelta de los años, el dúo afamado que hacen Bebo & Cigala grabó esta Guajira con una letra similar.



Sin embargo, entre los ejemplos que fui viendo estaba esta variación que grabó el cataor José Menese, no menos característico y famoso, y que encontré, mire lo que son las cosas, hoy mismo.



Como se ve, la letra cambió y la composición tomó un aire distinto. Le queda el ritmo algo estilizado de la guajira originaria.

Lo bien curioso en este caso es la letra. O las letras, por mejor decir.

Contrariamente a lo que se estila, Menese canta tres estrofas que son textos de dos autores del siglo de oro español y otra es copla tradicional de esos mismos tiempos o anteriores.

Primero, una décima (o dos quintillas, más bien) atribuidas a Fray Luis de León. Dicen las leyendas literarias que la escribió en las paredes de su prisión. Otros dicen que es cuento. Tanto me da ahora, aunque todo el asunto de la prisión y más cosas del tiempo y la vida del fraile darían para un comento.
Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa,
en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa,
y a solas su vida pasa,
ni envidiado ni envidioso.

En la segunda estrofa, Menese usa un fragmento de un romance de Lope de Vega.
Por estas selvas amenas
al son de arroyos sonoros
cantan las aves a coros
de celos y amor las penas.

Suenan del agua las venas,
instrumento natural,
y como el dulce cristal
va desatando los yelos,
que no hay más gloria que amor
ni mayor pena que celos.

La tercera, la toma Menese del cancionero tradicional, con partes de los versos de una especie de romancillo hecho villancico en 1576 por el vihuelista Esteban Daza.
No me verás en el prado
entre las yerbas tendido:
desde agora me despido
de mis pasados placeres;
mis músicas y tañeres
se vuelven en suspirar.

Zagaleja de lo verde,
graciosica en el mirar.
Quédate adiós, vida mía,
que me voy deste lugar.

¿Y?

Pues, eso.

Ocurre, ya que pregunta, que esas quintillas famosas se supone fueron compuestas por el agustino Fray Luis al salir de la prisión en la que estuvo –acusado ante el tribunal de la Inquisición- por asuntos especialmente de traducciones de la Biblia y otras cosas de cátedras de teología y escrituras en Salamanca.

Precisamente, al salir de la prisión gana Fray Luis una fama como poeta que antes no tenía. Al mismo tiempo, continuó con su preciada carrera académica y un par de años después de salir de la cárcel concursó la cátedra de Biblia en la misma universidad de Salamanca, la que ganó en oposición con un fraile llamado en religión nada menos que Domingo de Guzmán, quien al poco tiempo de perder el concurso escribió unas 10 coplas en las que se burlaba de Fray Luis y de sus quintillas, burla que dicen los peritos no hacen ninguna honra a su autor ni a sus ascendientes. Esto dicho, claro, sin por ello darle enteramente la razón a Fray Luis, que un poco tenía y otro poco no.

Resulta, finalmente, que este tal Domingo de Guzmán es al parecer Pedro de Guzmán, hijo ni más ni menos que de Garcilaso de la Vega, príncipe de las letras de España en aquellos siglos y más, razón por la cual sus versos desmerecen los talentos del padre al menos.

Dicho al pasar, debe entenderse que por entonces nombres y apellidos tenían una fluidez y mutabilidad que hoy no tienen. Para el caso, véase al propio Garcilaso, que era hijo de Pedro Suárez de Figueroa y de doña Sancha de Guzmán. Pedro Suárez tomó nombres (García y Lasso de la Vega) que ya habían sido usados en su familia antaño y se los atribuyó. Su hijo, el poeta magno, los heredó a su vez. Fíjese además que casó con Elena de Zúñiga y resultó que tuvo hijos con ella, uno de los cuales se llamó Iñigo de Zúñiga y otro, como vimos, Pedro de Guzmán, tomando así el apellido de su abuela paterna, quien para más datos era pariente de santo Domingo de Guzmán, nombre que tomará su nieto al entrar en religión.

Como una curiosidad, vale la pena recordar que santo Domingo fundó su orden tomando como modelo para su regla la de la orden de san Agustín, a la que pertenecía Fray Luis.

¡Ah, sí! ¡Ya le veo el morro! ¿Usted dice que me deje de pavadas y me dedique a cosas más importantes, porque el horno no está para bollos y la cosa está que arde?

Pues, qué quiere que le diga: si usted de veras piensa y dice eso, mi cuate, fíjese que se equivoca, y por lo menos tres veces.